Prometeo bajó ayer a regalarme fuego. Pero lo condenarán en vano: ya me habías regalado vos las ganas de fuego, la idea de fuego, el miedo de fuego. La antorcha de Prometeo, pues, no tiene nada que ver con que quiera incendiar el mundo.
¿Subiré hasta el Juzgado hirviente de los dioses a evitar el fallo? Ahora mismo alguna ninfa se muerde el labio temiendo el castigo que impondrán a Aquel que Ve. ¿Iré hasta los ojos del juez a decirle que fue tu culpa, que deje de temer a los demás dioses, que si alguna carne ha de arder es la tuya?
Desde ayer armo perfumes con mi fuego. Caramelo, sahumerio, papel. Y pienso en lo dulce de las ganas que me diste, y en Prometeo, condenado en vano a su propio ardor.
2.11.07
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4 comentarios:
¿será culpable el conocimiento o los desconocidos por el mismo, de esas ganas de incendiar el mundo...?
salud
un beso
(el comentario más imbécil de mi vida, y no va a faltar Bla a decir alguna idiotez cuasi inteligente y denigrante de los demás)
no puedo comentar
y te digo "...La tibieza de la sangre que me recorre
desborda por cuencas vacías
en un vano intento de purificación..."
Los ojos, el fuego, la culpa...todos ardemos, María, y no son fuegos fatuos...
Saludos!
Fuego. Señorita, te has vuelto mucho más sugerente. Me dejas con una sonrisa en los tres labios, hace mucho no pasaba a leerte.
Bue...me declaro Profeta y anuncio que serás la próxima Pizarnik. Me invitarás a la Argentina y mearé mate en los jazmines.
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