cascadas infinitas dibujando bucles de ausencia sobre la piel.
La soledad, caminante incansable, baja desde mi frente hasta los pies y de ahí vuelve a estas manos que la escriben. Siempre a la vera del río. Siempre pisando profundo y silencioso sobre la tierra blanda.
Un torrente de manos que se fueron me erosiona la voz
me miro los pies y los cuento, pero son siempre dos. Estamos solos.
y el número solitario, con rugido de agua que me deja sorda, llueve por todo el cuerpo
inunda los caminos, invade los refugios, mi cuerpo está lleno de ajenidades.
Tres ríos de no, de ya no, de nunca más, bajan hasta la madrugada y la llenan de agua. Ya casi no puedo ver lo que está en el fondo, pero recuerdo muy bien cómo se llama.
Todas las soledades, amor, tienen nombre propio.
8 comentarios:
te mando un abrazo desde mi soledad,
estamos hablando :)
Me encantó.
Flores para María.
Cheeee, ¡qué lindo de leer!
¡Esa!
Somos dos solitarias entonces y para colmo, enamoradas.
No entiendo
Voy a desestructurarme para leerte. Voy a desenredarme para leerte. Voy a desarmarme para reconstruirme en tus palabras.
Esta bueno! La última frase es genial, de esas matadoras que siempre vienen bien para terminar algo (si es que tiene final)
Te leeré más seguido, ahora que te he encontrado, o perdido...o lo que sea.
Publicar un comentario