18.5.06

(sobre el día 17)

El día en que nació el pájaro sepia, amaneció con sol de cobre entre los pliegues negros. Fue miel el tiempo, fue el final de los vientos de azufre. Fue, también, parte de los Libros de Historia Ciega. Todo, por un simple pájaro sepia.
Por supuesto, Aquéllos enloquecieron de rabia. Se volvieron niños gruñones y miraban todo el tiempo de reojo hacia el nido. Le quitaron el nombre al día sepia, lo llamaron diecisiete, lo llamaron gris nada, gris paloma.
Por eso el pájaro nunca supo nada. Sus alas de agua se confundían en la lluvia... y Aquéllos, que lo mantenían siempre bien lejos del Espejo, a que no viese lo que habían grabado en sus labios.
El lago-narciso, sin embargo, le mostró un poco, y él leyó que decía el códice su piel: hemos de besar la luz. la Luz. Creyó que era fácil; no había leído lo otro. Por eso a veces se perdía.
Esta es la historia del pájaro sepia. El día que lleva su nombre existe a veces, cuando alguien lo recuerda. Y si bien ahora nada vuela con su nombre, sino eso que dejó de ser cenizas y todavía no renace, es cierto que la miel ha dejado su rastro.
Las horas, las cosas... no han vuelto a ser las mismas desde aquel día de cobre. Ni siquiera Aquéllos han perdonado su belleza. Todo, por un simple pájaro sepia.

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