Apenas me detengo en un lugar aparecer las hormigas. Caigo rendida en algún punto del camino y cierro los ojos, y entonces comienza como un rumor el sonido de sus pasos: los millones de hormigas que habitan Pangea se han puesto en marcha. Las más cercanas tardarán segundos en llegar. No abro los ojos. No hace falta. Escucho sin esfuerzo el clamor de sus voces, gritos tiznados que hablan de dolor y de mi muerte.
El sueño ya se me hizo carne; chorrea de mis pestañas y me une al suelo con el peso de tanta vigilia. Pero vienen las hormigas a capturarme, no puedo quedarme a descansar. Apenas mi cuerpo toca el piso se ponen en marcha como una gigantesca máquina de la venganza. A través de mil días de cansancio escucho la sentencia que pregonan, el latir furioso de sus corazones de hormiga. El camino tiembla bajo sus pasos que no vacilan. Vienen por mí. Es el sonido de la intransigencia.
De pronto me incorporo: la primer hormiga ha tocado mi cuerpo. Aun en las sombras de la noche las distingo moviendo el follaje. El miedo me obliga a moverme. Aplasto sólo las que han llegado hasta mi cuello y alcanzo el camino justo antes de que el mar negro de hormigas me devore. Y ya estoy corriendo otra vez, tratando de no pensar en lo que pasará cuando vuelva a caer rendida.
11.11.07
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4 comentarios:
Situación de mierda, laboriosos seres intentando devorarte cuando quedás desprotegida. Menos mal que no eran elefantes o leones...
mmmmmm...caer. hola buenas donde estas?
beso.
No. Tu encanto (el de las mujeres) reside en la brevedad, la casi nulidad, la parquedad, la imposibilidad de la palabra.
BESO!
A ti te buscan la hormigas...a mí los fantasmas del pasado y sus pútridos alientos que carcomen mi cerebro, las hormigas, los fantasmas, tu y yo...que orgia!! jaja
Te saludo
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