(la cosita que se parece a un basta)

Me canso de ser empujada. Livianamente olvidada. De ser la bruja indigna que destroza las palomas con sus dientes. ¿O acaso no me ven, vistiéndome y desvistiéndome de ángel?
Me canso de ser la Amada Intermitente. Postergable. Poco conveniente y mejor olvidada que rondando cerca. ¿Es que soy tan horrible que no puedo ser más que una bruja en mi cuento?
Y es que yo... (fue mi culpa)... dejé libres las dos aves para saber cuál volvería a mí. Y ninguna volvió. Fingen, claro, me sobrevuelan... acaso se posan sobre mis manos cuando muerta. Pero no saben sino volar para sonreír al sol.
Nada querría volver a mí. Yo misma no lo haría si fuera ángel. Pero no lo soy, y en cambio me he vuelto la bruja que mostraban los espejos. Por eso yo puedo retornar a este cuerpo perverso y mirar como embobada las heridas que me hice al abrir las jaulas. Y nadie más puede, nadie aunque lo intenten todos los pájaros de mi Ciudad-Mundo.
Fue mi culpa, sí. Pero me canso de que haya sido mi culpa. Y quiero protestar y escribir esta cosa fea que no se parece a nada más que a un grandísimo
BASTA.
Lástima que haya sido un llanto tan público.


(miserable 28 del tristísimo mes de agosto, del terrible y aparentemente maldito año dos mil seis).