El humo incendió los caminos invisibles de mi pecho; paseó su pelaje de agujas arriba y abajo en mi garganta hasta quedar bien liso y escaparse de a bucles por la ventana. El humo tiene nombre de muerte en silencio, de manos blandas, de manos para tapar los ojos. Y sólo sabe dibujarse a sí y a su piel ígnea, de piedra.
El humo, ese amante vacío, duerme sobre mis pulmones y grita desde mis ojos. Vino un día y se pego al papel, y sus labios grises de risa ya no soltaron mis brazos. Ya le he dicho que si deja de arañarme las paredes voy a ponerle un nombre mejor. Pero él nada más sonríe y me tapa los ojos, y a mí los labios me tiemblan de miedo.
19.10.07
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3 comentarios:
Con decir "alusivo", confírmote que recibí tu mail.
Ahora digo que es graciosamente depresivo.
Digo también "si eso fuera una novela, no entendí un sorete".
Y termino con un Menos mal que creo no haber agarrado todas las imágenes porque me mataba.
el humo, es como si tuviera vida propia...
espero que estes bien. un beso.
María, Juro que cuando leo a Lautreamont, no te extraño!
Que se yo, no se ni por donde empezar a decirte algo (no me alcanzaría el cuadro)...Me gusta, me atrapa, me asusta,ok?
Saludos
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